Yolanda Cuesta llega a Leipzig desde La Habana en 1978, a la edad de veinte años. Al principio se siente decepcionada, porque quiere estudiar y no trabajar en una fábrica. Pero pronto comienza a disfrutar su vida en la RDA.

La RDA como refugio

Yolanda Cuesta participa activamente en la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) -la organización juvenil del Partido Comunista de Cuba-. Quiere ser profesora de inglés y para lograrlo asiste a un curso de ese idioma. Uno de los días, a la vuelta de sus clases es víctima de violencia sexual de camino a la casa. Queda traumatizada y apenas habla, solo con los medicamentos puede hacer frente a la vida cotidiana. Su madre y una amiga están convencidas de que lo mejor para Yolanda sería abandonar Cuba por un tiempo. Cuando se enteran del acuerdo de 1978 entre Cuba y la RDA sobre Cualificación con empleo simultáneo, apoyan a Yolanda en su solicitud. Finalmente es seleccionada como activista de la organización juvenil (UJC). Tras un curso de idioma alemán y dos meses de preparación en Cuba, comienza el viaje de cincuenta jóvenes cubanos. Parten directamente del campamento de preparación al aeropuerto, para facilitarles la despedida de sus familias.

Recibimiento en Leipzig

La acogida en Berlín es cálida. Yolanda Cuesta recuerda a la amable coordinadora que da la bienvenida al grupo y les muestra la residencia. A Yolanda le gusta el nuevo hogar: «Era un buen edificio, construido para estudiantes y trabajadores. Nos asignaron un apartamento para cuatro personas, con dos habitaciones, salón, baño y cocina. En cada habitación dormíamos dos personas. Pensé: Bueno, al menos estoy cómoda. Lo único malo era el frío». Al día siguiente, la coordinadora explica las normas de conducta más importantes. Algunas sorprenden a los jóvenes cubanos.

Porque se sabe que las cubanas se ponen rolos en el pelo y salen así. Aquí no.

Yolanda Cuesta Osloal, Havana 2021

La consejera advierte a las cubanas que nunca deben salir a la calle con rolos. Y arrancar flores también se castiga con multa. Yolanda Cuesta es una de las cuatro mujeres del grupo. Se muda a uno de los apartamentos con una amiga y dos jóvenes. Lázaro, uno de ellos, se convertirá más tarde en su esposo.

 

Invierno catastrófico de 1978/79

Yolanda Cuesta pertenece al primer grupo de jóvenes cubanos que llegaron a la RDA como trabajadores por contrato, en virtud del acuerdo bilateral de 1978 entre Cuba y Alemania. Les sorprende el catastrófico invierno de 1978/79 en Leipzig, donde las temperaturas descienden hasta los veinte grados bajo cero y el suministro de energía eléctrica colapsa. Durante días no hay ni electricidad ni calefacción. Yolanda y sus compañeros de cuarto juntan sus camas, se esconden bajo todas las mantas que encuentran, encienden velas y creen que van a morir. Más adelante se divierten en sus viajes a estaciones de esquí. Yolanda recuerda bien el frío, la nieve y las muchas capas de ropa invernal, no así los nombres de los lugares. 

Maquinista en lugar de estudiante de química

El grupo de Yolanda trabaja en la  Empresa de Propiedad Popular (VEB) Taller de Vehículos de Transmisión Automática «Joliot Curie» en Leipzig. «Me fastidió un poco porque en realidad quería estudiar química industrial. Pero cuando llegamos allí, teníamos que aprender mecanizado [1]. Eso era lo que más se necesitaba. Y eso me molestó un poco. Así que llegamos a la fábrica y aunque no era lo que queríamos, cuando empezamos a trabajar, conocimos a gente muy buena. Nos ayudaron mucho y nos fuimos adaptando».

 

Trabajar para dos países

La estancia de los jóvenes cubanos en Alemania tiene como objetivo paliar la escasez de mano de obra en la RDA y ayudar a Cuba a formar trabajadores cualificados para empleos industriales. Yolanda explica: «¿Qué necesitaba Cuba? Máquinas y todo eso. ¿Y qué hicimos? Ayudamos con nuestra mano de obra. Se llevaban un porcentaje de lo que ganábamos allí y compraban máquinas y cosas así. Y apoyábamos a Alemania con lo que no tenían, mano de obra». El porcentaje deducido era el 60% del salario por encima del importe básico de 350 marcos necesario para los gastos de manutención. Tras la frustración inicial, Yolanda encuentra placer en su trabajo.

 

... cuando la pieza de repuesto ya estaba terminada caía... zas... en una caja. Me gustaba porque podías ver el resultado de tu trabajo. Eras tú quien hacía una pieza de repuesto de un pedazo de hierro.

Yolanda Cuesta Osloal, Havana 2021

Recuerdos positivos

Para Yolanda Cuesta el Taller de Vehículos  de Transmisión Automática «Joliot Curie» es una fábrica moderna, comparada con lo que conoce de Cuba. Está impresionada por el equipamiento y las diferentes máquinas. Es ambiciosa, trabaja en diferentes máquinas, resuelve los problemas que surgen y está orgullosa de poder desenvolverse sola en la fábrica siendo mujer. Segura de sí misma, hace su trabajo y cree en la promesa de que ella y sus compañeros podrán utilizar en Cuba de forma significativa los conocimientos que adquirieron en la RDA. «Éramos jóvenes, éramos valientes. ¡Más que valientes! Vaya…, porque con la edad que teníamos…», recuerda.

Las cuatro mujeres del grupo de Yolanda pasan la mayor parte del tiempo con otros emigrantes laborales cubanos. Pero algunas alemanas también buscan el contacto. Pasan gran parte de su tiempo libre en el patio trasero de la residencia, charlando con colegas, jugando voleibol o baloncesto.

Racismo cotidiano

Su aspecto, su color de piel, su pelo son temas constantes. Es demasiado. Una y otra vez, la gente quiere tocarla y ella siente que la agreden. A Yolanda le gusta su aspecto y lleva -como muchas de sus compañeras cubanas- el afro, que en Cuba se llama «spendrum». El peinado es también en Cuba una expresión del orgullo negro, popularizada por la activista de los derechos civiles Angela Davis, venerada allí. En la RDA, causa revuelo y a menudo falta de respeto. Yolanda detesta los constantes comentarios sobre su cuerpo, que a menudo se interpretan como halagos.

A veces me sentía incómoda porque la gente se me acercaba y me tocaba la piel. Y decían algo sobre el color de mi piel.

Yolanda Cuesta Osloal, Havana 2021

Yolanda Cuesta cuenta dónde y cómo era víctima de racismo en su vida cotidiana.

El verano le sienta bien a Yolanda. Disfruta de sus vacaciones, le encanta ir a la playa y broncearse.

Mujeres y hombres

Con el tiempo, es cada vez más común las relaciones amorosas entre hombres cubanos y mujeres alemanas. Los cubanos son más cariñosos, más románticos y más detallistas que los hombres alemanes, así explica Yolanda Cuesta este fenómeno. Ella misma y las otras tres mujeres de su grupo tienen parejas cubanas, no alemanas. Yolanda rechaza las insinuaciones de los hombres alemanes. Ve el racismo en el interés que los hombres muestran por ella. Probablemente también influye la relación numérica: en su grupo hay 46 hombres y cuatro mujeres.
Ella y sus compañeras de cuarto mantienen amistad con algunos colegas y vecinos alemanes. Los invitan a comer la comida cubana preparadas por ellas mismas y a fiestas en su apartamento. De vez en cuando son invitadas también por sus colegas. Siempre hay fiestas en la fábrica.

Experiencia migratoria

Como estaba previsto, la estancia de Yolanda Cuesta termina a los cuatro años, según lo acordado en el Convenio bilateral sobre cualificación con empleo simultáneo. Ella quiere quedarse para seguir cualificándose. Gracias a su trabajo en la fábrica y a su vida independiente en la RDA, ya no está de acuerdo con algunos comportamientos en Cuba. Se siente más fuerte y conoce mejor el mundo. Durante una estancia vacacional anterior en Cuba, le chocan los rígidos roles de género y el machismo.

 

 

 

 

Nos ha hecho más fuertes. Como mujer, como persona y en general.

Yolanda Cuesta Osloal, Havana 2021

Retorno involuntario

El deseo de Yolanda Cuesta de quedarse más tiempo no puede hacerse realidad. Todos los trabajadores contratados tienen que regresar una vez expirado el período de estancia acordado con el Estado. Yolanda también tiene sus propias razones: Tras la muerte de su madre, tiene que hacerse cargo de sus hermanos pequeños y de su padre. Además, está embarazada de cinco meses. Considera que su estancia en la RDA fue enriquecedora. Está deseando aplicar en Cuba lo que aprendió en la RDA cuando acabe su baja por maternidad. Ella y sus compañeras esperan que sus conocimientos sean útiles en Cuba. Cuenta lo desilusionada que está tras su regreso: «Apenas había máquinas con las que trabajar, había un pequeño torno, ¡yo era incluso más ancha que el torno! Fue una decepción para todo el grupo, porque casi ninguno pudo practicar lo que aprendimos allí».
Al final, cuando hace un balance de su experiencia tiene sentimientos encontrados: «Ir a Alemania… para mí fue una parte de mi vida, también porque duró cuatro años, y luego tuve mi propia vida». Al mismo tiempo, se da cuenta de que la engañaron. Lo que le habían prometido resultó ser una ilusión. Destaca que, afortunadamente, disfrutó, salió de allí y aprendió cosas nuevas, pudo divertirse también en la RDA y conoció una cultura diferente.

Yolanda Cuesta vive en La Habana y trabaja como secretaria ejecutiva en una institución de investigación.

Credits:
Entrevista realizada por Elaine del Valle Cala 2021 en La Habana.
Texto: Isabel Enzenbach
Investigación y protocolo de las fotos: Elaine del Valle Cala, Isabel Enzenbach
Concepto de edición de vídeo:  Isabel Enzenbach